1ª edición.

1ª edición.

1ª edición.

«Toño Criado Fernández nació en la ponferradina plaza de Fernando Miranda, envuelto en el trajín de las estaciones de ferrocarril y los olores de coloniales. Estudió en San Ignacio y en el Instituto Gil y Carrasco. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid, en su quinta promoción. Ha sido jefe de nacional y política de los servicios centrales de Radio Nacional de España. Coordinador, corresponsal político en La Moncloa y sobre todo cronista parlamentario durante 20 años. En el 2009 los Príncipes de Asturias le entregaron el Premio Luis Carandell de Periodismo Parlamentario. Autor de numerosos artículos relacionados con el Bierzo en diferentes medios de comunicación y por supuesto si algo destacan quienes le conocen o han estado con él en las etapas de su vida es que siempre habla del Bierzo y lo difunde allí donde se encuentre.»

1ª edición.

1ª edición.

«Lo más importante de un pueblo son sus gentes y, en el mío, hay de todo, pero predominan las buenas personas.
Es uno de los pueblos más grandes de La Cepeda, lo cual no quiere decir que sea muy grande, sino que la mayoría son más pequeños y, lo peor, es que todos van camino de una realidad que nos duele. Todos van a menos y, algunos, a desaparecer más bien pronto que tarde.
Decir Sueros es decir agua, tenemos el río Tuerto en el que mueren el río Presilla y el del Cadaval, muchísimas fuentes, numerosos regueros, La Laguna y, además, llueve y nieva con frecuencia. Y el pantano al ladito nuestro.
Somos gente de ribera y aquí podríamos citar lo que se dice por tierras vecinas: "Son mejores las vacas de la montaña que los hombres de la Ribera". Como todos los refranes algo tendrá de verdad.
No tenemos ni gota de vino, aunque yo me acuerdo que hace cuarenta o cincuenta años se cultivaban muchas viñas. En la foto 29, del capítulo "Retratos Cercanos", se ve perfectamente una de las viñas que había en La Escrita. Poco a poco fueron desapareciendo al mismo tiempo que faltaron sus dueños, el tío Martín, por poner un ejemplo, y otros. Recuerdo las cubas de este hombre remojando en el río unos cuantos días antes de llenarlas.
Y, ¿dónde está este pueblo? Está al Norte de no sé qué sitio y al Sur de quisió dónde, pero está en el mapa, y en el corazón de La Cepeda. Todos sabemos dónde está y no es necesario recurrir a la latitud y longitud, lo que no sé es si tuvimos potra en el reparto, aunque nos pudo tocar peor. -Tener potra en Sueros es tener suerte, aunque literalmente potra también le llamamos a una protuberancia que le sale a las berzas en la raíz-.
No tenemos mar, tenemos carreteras porque van para otro sitio, si no, ni eso, y estamos fuera de las rutas principales de autopistas y ferrocarriles; pero, como dije antes, abunda el agua, que no es poco.
El clima es duro, muy frío y con pelonas que dejan las patatas como el tabaco a lo mejor en junio o agosto, o los centenos sin grano en mayo. Sin embargo, el tiempo de verano es inmejorable, hace calor, pero a la sombra se está muy bien.
No tenemos ni ayuntamiento ya que nos lo quitaron antaño y ahora está en Villamejil. Yo no sé lo que habrá que hacer en los tiempos que se avecinan con estas instituciones, pero es evidente que tendremos que deshacer, unificar, racionalizar y, seguramente, cambiar de nuevo, pero… doctores tiene la Iglesia.
Y de lo que más tiene este pueblo, junto con el agua, es emigración. Cataluña, Madrid, Vascongadas, Levante, Andalucía y muchos más sitios, en los que hay gentes de aquí que tuvieron que ir a buscar la vida, amén de a otras naciones de Europa y América.
Tal vez en la forma de ser, tanto los de Sueros como nuestros vecinos de La Cepeda, tenga mucho que ver el aislamiento que, a lo largo de los siglos, hemos padecido. Este aislamiento fue tan decisivo que el acento con que hablan los distintos pueblos es notablemente diferente. No es igual el tono que emplean los de Castrillos que el de los de Ábano o Villarmeriel. Esto es una pena, pero también se pierde y todos hablaremos igual de bien o mal y será seguramente como nos uniforme a todos la Televisión, etc.»

Edición del libro de poesía del autor beciano Amable Arias, que incluye una serie de la serie Clamoxyl (tinta sobre papel),
Amable Arias (Bembibre, 1927- San Sebastián, 1984):Con 9 años sufre un grave accidente en Bembibre. En 1940 la familia se traslada a San Sebastián, años de dolor, pobreza y maltrato del padre. Allí, en 1950, entra en el Teatro Principal para ayudar a su madre en el guardarropa y tomando conciencia de su nula formación intelectual acude a la Biblioteca Municipal donde estudia de manera autodidacta. 1954, primeras pinturas: paisajes en Bembibre, y en San Sebastián una pintura más centrada en la figura.
Expone sus obras, siempre con dificultades. Con sus amigos pintores organiza el Grupo Gaur como rechazo al arte oficialista. La pintura, el dibujo, las grabaciones sonoras, los escritos, toda su obra, serán ya en lo sucesivo un trabajo de búsqueda, siempre alejado de lo ya hecho por otros.
En 1970 conoce a Maru Rizo, su compañera del mayor de los viajes, y en el pequeñísimo estudio donostiarra irá creando un mundo de quimera, pintura imaginativa que surge reflexiva, pero impetuosamente.
Como casi todos los intelectuales y artistas avanzados de entonces, Amable sostuvo una postura antifranquista, y su reflexión le llevó a situarse en una línea marxista.Murió en 1984, con 55 años. Poco antes había escrito: «El dolor es la ontología de millones de mujeres, niños y viejos. El dolor, el sufrimiento, es el primer principio al que hay que llevar la consciencia de la gente y saber que ese sufrir es el primer derecho a abolir. ¡Muera el sufrimiento!»

Es un libro de fotografía nocturna, un retrato paisajístico y cultural de la provincia de León principalmente y algunos otros lugares...
«... la fotografía nocturna, además, ofrece una inmejorable oportunidad para atreverse con esta experiencia de búsqueda y regresión temporal. Es justo cuando la oscuridad se adueña del día, cuando el mundo se detiene, cuando el cárabo llora y los astros aparecen en el firmamento, es justo en ese momento cuando, apoyados contra el lienzo de una muralla, o sentados en la boca de una cueva, o plantados frente a la recortada silueta de una torre podemos reconocer el pálpito de la emoción...» (Justo Sellés, en el Prólogo)